viernes, 9 de octubre de 2009

Ensayo periodistico N° 2 por Julia Kendziur

El no sigue aún latente, desde el grito de esperanza latinoamericano

Casi terminando el primer decenio del nuevo siglo, miramos la corta dictadura de Venezuela y reflexionamos por la causa de Honduras.

Hace siete años Latinoamérica vio caminar a uno de sus hijos por el pico del águila de la injusticia. Hablo de Venezuela, el pueblo que fue anzuelo de patrañas maliciosas que condenaron al país a más de cuarenta y ocho horas de violencia e incertidumbre.
Como pasó en Honduras, Venezuela era un país de muchos pobres, los cuales vivían muy golpeados por la falta de justicia social. Sucedió que el destino quiso que esta realidad tome otro color y ello provocó un cierto descontento que luego se convirtió en problema. El conflicto del que hablo es el que acecha a sangre fría hoy en Honduras: poderosos ricos que ven disminuir su fortuna gracias a políticas sociales de igualdad y equidad.
De igual manera que en el único país latinoamericano que sufre hoy una dictadura, Venezuela había renacido a fines del siglo pasado con un líder de características de justicia social, el cual había arreglado la balanza a modo más equitativo. Estamos hablando de Hugo Chávez Frías, fundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario MBR200, a través del cual dirigió su política desde 1999, luchando por la injusticia que sufrían los más desamparados.
Chávez juró en su primer mandato sobre la Constitución de 1961 y ya para el 2000 había creado la nueva Constitución Nacional Venezolana de 1999. Luego en su segunda presidencia, el Congreso aprobó un Decreto Habilitante que le dio un poder al presidente para sancionar distintas leyes. Entre estas se destacaban la Ley de Tierras, que impulsaba una Reforma agraria, y una nueva Ley de Hidrocarburos, con una Junta Directiva que no beneficiaría a los intereses de las clases dominantes, las cuales históricamente habían sido propietarias del petróleo venezolano.
Por la razón antes mencionada, Fedecámaras organizó una huelga general en diciembre de 2001, donde se incorporaron los ejecutivos de la empresa estatal petrolera PDVSA deteniendo la producción nacional de crudo. Pero la tensión y el despliegue de esa clase no hizo posible quebrantar el poder presidencial, pero se alcanzó a ver el primer fusil de la guerra que se le había declarado al primer mandatario.
Dos meses después Chávez no mermó y cambió a los principales dirigentes de PDVSA por gerentes del gobierno: según el presidente, en contraposición de sus enemigos, esto reactivaría la economía venezolana.
Con un panorama de alta inflación y déficit, Fedecámaras organizó una huelga para que el presidente renuncie.
Dos días después la huelga se hizo caos y Chávez no vaciló en peticionar a través de los medios que su gente salga a defender la revolución. Entre la protesta de ambos sectores, la policía, el Ejército y presencia de francotiradores, se desencadenó una batalla que terminó con varios muertos y heridos. El papel de los medios vino a jugar un lugar estratégico, ya que repitieron por televisión imágenes superpuestas de diferentes puntos de enfrentamiento, que dejaban a los manifestantes chavistas como culpables de las tragedias, otras falsas informaciones e inexistentes cartas de renuncia.

Cuando comenzaba a nacer el día siguiente, el general Lucas Rincón Romero dio a conocer al pueblo venezolano la renuncia del presidente. Seguidamente Chávez fue detenido y trasladado al sur de Caracas. Ese mismo día se autodenominó Pedro Carmona Estaga como presidente provisional sin saber a qué se atenía desde la voz del pueblo.
Nublado el país de tensión e incertidumbre, el mundo dio a conocer su opinión diferente a la que dio y da en el caso de la hermana Honduras. Nadie se mostró de un lado o de otro, simplemente estaban en contra de los actos de violencia. España y Estados Unidos remarcaron fuertemente esto último en la prensa, mostrando la superposición de imágenes que culpaba a los chavistas, es decir, indirectamente aplaudían al golpe. Pero cabe destacar que el presidente Gorge Bush consideró legítimo el nuevo gobierno venezolano, a diferencia de Barack Obama que se mostró repulsivo por los acontecimientos que sufre Honduras. Dos líderes, dos pueblos con las mismas esperanzas, un ocaso justo, un final incierto, una misma águila que siempre acecha desde el norte, buscando la oportunidad de carronear el alimento de los más pobres. Pero lo más importante es que la voz del pueblo renació en el nuevo siglo deseosa de luchar por sus derechos. Debe ser que en los rincones más estrechos de América Latina se escuchó la voz de la Negra Sosa cuando dice: “¡Canta conmigo, canta hermano americano, libera tu esperanza, con un grito en la voz!”.

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